30.11.09

La facilidad y dificultad de las palabras

Parece mentira que teniendo esa gran virtud que es la comunicación y estando yo misma relacionada (aunque no sea demasiado) con ese gran mundo, no sepa a veces cómo comunicarme.
Hay tantísima infinidad de palabras y a veces se tiene la sensación que no llega para poderse expresar.
A pesar de contar con tantos recursos, hay momentos en los que no vale de nada. Quizá sea un problema del lenguaje o quizá sea simplemente un problema propio de nosotros mismos. Tanta capacidad para hablar y expresar sonidos y tan poca capacidad de expresar nuestro interior.
Incluso los grandes profesionales de este arte, que se desenvuelven tan fenomenal entre los sinónimos, las metáforas y todas las figuras lingüísticas, seguro que se han visto en el mismo problema. No saber cómo empezar y no saber dónde acabar.
Perder ese miedo a intentar explicar un conjunto de mil sentimientos con simples palabras a veces resulta frustrante, ya que en ocasiones no te ves identificado con el lenguaje y necesitarías muchas más palabras que describieran sensaciones.

24.11.09

Dar sin esperar recibir

Primeramente, he de avisar que si no escribo con la ansia y frecuencia que hacía antes es porque no tengo cosas bonitas que contar. Ni si quiera curiosas. Y cuando no hay cosas buenas que contar a veces es mejor dejar días y días de entradas en blanco.
Pero hoy hablaré de otra cosa. Hay alguien que me ha dicho ya varias veces que no hay que ser injusto y que cuando das, no debes esperar recibir. Simplemente se da, pero uno no debe enojarse cuando no ve una respuesta que uno siente sería más positiva para la situación. Quizá ese sea uno de mis errores. Yo no soy la persona que más da, ni mucho menos. Simplemente, sí me considero una persona detallista y que doy todo lo que puedo si creo que a otra persona la puedo ayudar, se puede sentir un momento mejor o simplemente feliz. Al menos es lo que he hecho hasta ahora. A día de hoy, me pregunto si merecen la pena ciertos esfuerzos. Y me lo pregunto precisamente porque a veces tus expectativas no se cumplen, y si no se cumplen, no te sientes bien, te sientes triste. Si no das, no esperas recibir. Eso es una verdad absoluta. El que no es generoso en su vida en las relaciones sociales, no puede esperar nada tampoco de los demás. El problema llega cuando esperas recibir y no se cumplen (aunque sea temporalmente tus expectativas). Es el momento de la frustración. Gracias a Dios, soy una persona tan sumamente racional que intento buscar explicación y excusa a muchas cosas que veo y que posiblemente no comprende mi mente. Yo busco y busco y saco mis excusas. Pero no me llenan lo suficiente como para que siga pensando que esto es un error de expectativas.
Hay de ciertas cosas que uno se va cansando y cansando y espera ver reacciones y no llegan. ¿Qué hacer entonces? No se puede enviar todo al garete. Las cosas no se hacen así. Pero no quita que duelan y te hagan sentir más triste aún que lo que uno ya podía estar.
Como digo, un problema de expectativas.

6.11.09

Aquello que no duele es mucho peor


Hay épocas en la vida en la que la palabra que te define es desencanto. No te gusta cómo vives, no te gusta cómo van las cosas a tu alrededor, no sabes cómo cambiarlas, dejas de preocuparte si alguien crees que se comporta raro, pero a la vez te molesta y no lo entiendes. Cuando ves que las cosas no te ilusionan es cuando ves el problema.

Cuando caes un hoyo oscuro que gira y gira y no ves luz, ¿cómo sales de allí si no ves luz? Es el problema de los sentimientos y el estado de ánimo, que no es tangible, no se diagnostica tan fácilmente y la cura únicamente está en el que está enfermo.

Hay una compañera en mi trabajo, a la cual conocí sólo una vez, que ahora mismo está de baja. Lleva así varios meses. Tiene dos o tres años más que yo y sufre lo que se llama "depresión", pero no la depresión que nadie parece tomarse en serio. Os hablo de la depresión que te hace levantarte infeliz, estar todo el día infeliz y acostarte infeliz. No es algo que te duela cuando te tocas, no es algo que te de fiebre y tengas frío y calor, no es tampoco algo que se alivie con un medicamento. Es mucho peor porque no se sabe cómo se empieza a estar así y no se sabe cuándo uno conseguirá salir. A mí y a mis compañeras nos costaba entender que una persona tan joven, con su marido, viviendo en su casa propia y disfrutando de su independencia, caiga en algo así. Sin embargo, ella cayó, imprevisiblemente. Si la alguien se pregunta por qué está ella así, ella no va a poder contestar porque dudo que lo sepa. Simplemente está muy triste y ella misma y su estado de ánimo la consume por dentro.

Ahora empiezo a entender que la tristeza es un mal terrible y al que no valoramos lo suficiente. Cuando te sientes triste, te excusas en que te están pasando cosas malas, que no tienes suerte en los proyectos que emprendes, que no ves cuándo las cosas van a mejorar, que no tienes proyectos con los que ilusionarte porque hasta que no soluciones una cosa no puedes emprender la siguiente...y así pasa el tiempo y pasan los días. Pero si te preguntas a tí mismo ¿porqué estás triste? Realmente no lo sabes! No tiene sentido pasar los días así! Mi racionalidad no permite comprender el porqué. Pueden pasar mil cosas negativas, una tras otra, pero no tienes porqué caer en el agujero. Sin embargo, de repente estás dentro. Y cuando quieres ver la luz, otra mala noticia te golpea de costado y directo a las costillas. Es lo que llamo el peor año del mundo: el 2009.

Hace poco le dije a alguien que si por mí fuera, borraría este año de mi vida. Así sin más, que desaparezca, que ni siquiera lo recuerde con el paso de los años, que mi memoria lo borrara sin más consecuencias.

Después, ves otras situaciones y otras vidas peores que la tuya y quieres ver la luz, aunque sea por lo injusto que eres si te comparas con ellos. Pero eso siempre es relativo, y nunca te deja satisfecho.