29.9.09

¿Por qué no podemos volver a nuestra infancia playera?

Te encuentras en la playa. Ya has estado tomando un ratito el Sol. Te queman los muslos y vuelves a echarte crema para no quemarte. Cambias de postura. Lees un rato. Vuelves a cambiar de postura. Se te caen las gafas y te las vuelves a colocar. Te semi-levantas y miras el mar. Ves a la gente pasar. Al rato te aburres y cambias de postura. Ves a las familias con sus hijos, los tíos, los abuelos y el chiringuito que llegan a la playa. Vuelves a cambiar de postura y te pones boca abajo. Se te caen las gafas. Decides levantarte e irte al agua. Metes un piecito y está fría. Ya se te han quitado las ganas de bañarte pero sabes lo que está esperando la gente de . Esperan que entres al agua sin pensártelo dos veces. Toda esa gente quiere saber si está lo suficientemente fría para no hacer el esfuerzo ellos de levantarse e ir al agua. Tú lo sabes y le echas valor. No miras a la playa, no vaya a ser que vean tu cara de no querer entrar en el agua. Sigues pasito a pasito adentrándote en el mar, como si estuvieses tomándotelo con calma para disfrutar el momento. Metes tripa para tener una imagen genial de lejos. Te animas a pesar de que el agua te llega ya al vientre, la zona más crítica, y te lanzas al agua. Das dos brazadas y aún estás tiritando así que decides salir ya. Ahora, eso sí, si hay que salir se sale bien. Con todo el estilo que te queda en tus movimientos helados caminas contra las olas que vuelven al mar, algo que te impide mantener tus movimientos y te cuesta y te cuesta andar. Eso, cuando no hay piedras en la playa que hacen que te pinches los pies y ya todo el glamour muere.
Esto sería un día normal en la playa. Pero claro, pasar tantas horas haciendo esto puede cansar si son días y días seguidos. Por eso, hay que volver a los buenos momentos en la playa en los que no te importaba darte cuenta cuando llegabas a casa que te habías quemado los hombros, cuando las marcas del bikini no eran importantes, cuando llenarte de arena por todas partes no significaba ningún problema. Hay que volver a las palas, a mover los michelines saltando, a hacer castillos de arena con sus fosos y murallas y torres. Eso hicimos nosotros en Mallorca, intentar hacer un castillo. Esa fue la primera idea. Luego, cuando nos dimos cuenta de que no teníamos instrumentos útiles para crear torres y cavar fosas, cambiamos de idea. Intentamos construir con nuestras manitas un muñeco de nieve pero de arena...pero se nos destruyó cuando había alcanzado altura...y de todas esas ideas se nos ocurrió...UNA TORTUGA, esa sí que nos se caería por el peso. Así que nos pusimos a cavar y sacar arena, a traer agua con nuestras manos de la orilla hasta donde habíamos empezado la construcción de la obra de arte...y al final....lo conseguimos. La Tortuga Roberta quedó una maravilla.
Yo no sé qué pensaría la gente viendo a una pareja de veinteañeros haciendo una figura en la arena. Los niños nos miraban asombrados, los padres también. Pero quedó tan chula! Eso sí, no duró viva mucho. Nos fuimos a bañar y a quitarnos toda la arena y al volver la tortuga ya no tenía medio caparazón. Malditos. ¿Qué nos pasa a todos cuando vemos una figura de arena que tenemos el deseo irremediable de tirarlo abajo? Una hora de construcción y un segundito de destrucción.

1 comentario:

Yoli dijo...

Cobardes!!! Mira que destrozar la tortuga...
A mi me encanta jugar en la arena!!