19.2.08

El salón del dolor...

Dolor físico, dolor mental y dolor interior...eso es justo lo que creo que me provocan las peluquerías. Es, no sabría cómo decir...el salón de los horrores. Uno sabe cómo entra pero nunca jamás se imagina cómo saldrá. Yo, como tantas otras, procuro pisarlas lo justo y necesario, más que nada para ahorrarme estas terribles sensaciones por las que una pasa allí.
Me hace gracia cuando los chicos se quejan de que tienen que ir a uno de estos "salones del horror"...ellos no viven la experiencia como nosotras. ¿Cuánto tarda un hombre en entrar y salir de una peluquería? ¿20 minutos? ¿Menos? Nada comparado con la cadena de acontecimientos a los que se enfrenta una chica en ese lugar.
Primero vas temerosa, como cada vez que dices " de hoy no pasa, tengo que ir a la peluquería". Antes de salir de casa te miras en qué condiciones estás ...¿de verdad es realmente necesario ir? ¿Pero qué es lo que me quiero hacer? ¿No tendré nada importante que hacer de aquí a unos días que la depresión post-peluquería me arruine? Reniegas...pero al final vas. Lo mejor es no pensarlo demasiado, simplemente hacerlo.
Ya estás en el "salón", ya no hay vuelta atrás. Una chica se acerca...¿qué te vas a hacer? Tú le explicas detalladamente qué es lo que quieres que hagan contigo...pero muy muy detalladamente, tanto que preferirías sacar una hoja y un papel y escribir paso por paso cómo han de hacer su trabajo para que no se les olvide. Sigues con miedo, pero aún no ha empezado...Estás sentada, con la batita de enfermo mental y esperas...vuelve otra chica y le vuelves a explicar con todo lujo de detalles qué es lo que quieres. Insistes, insistes mucho hasta que ves que en su cara se refleja que lo ha entendido un poco. Recalcas dos y tres veces..."sólo sanear, las puntitas, vamos dos dedos...o menos".
Para aquellas afortunadas que no experimenten con su pelo la siguiente experiencia se la saltarán cada vez que vayan al "salón", pero en mi caso...soy de esas masocas que hay sueltas por el mundo. Llegan las mechas! Esta es una experiencia de dolor físico y dolor mental. Primero llega el dolor físico. Tu peluquera reparte proporcionalmente todo tu pelo en diferentes secciones recogidas con pinzas y comienza la acción. Mechones por aquí, mechones por allá, ahora suelto una pinza, ahora te tiro del pelo...las peluqueras no se dan cuenta de que tu cuero cabelludo es más sensible en ciertas zonas...y que que no te haya dolido mucho cuando te tiraban del pelo en la parte de la nuca no significa que no se te salten las lágrimas cuando te tiran del pelo que hay justo por encima de las orejas. Una vez has pasado el dolor físico llega el dolor mental. Tienes la cabeza llena de papel de plata (sí chicos, de ese que vuestras madres usan para tapar platos, cubrir comida para congelar...), eres como un extraterrestre o una cabeza llena de paneles solares...y allí te dejan para que las mechas empiecen a "subir" y obtengas el color deseado. Este es el inicio del dolor mental...yo siempre pienso...¿y si se pasan del tiempo y lo que era un rubio dorado pasa a ser un rubio Britney Spears? O peor, ¿y si se pasan más que demasiado y se me caen a cachos los mechones envueltos en papel? Buscas la mirada de tu peluquera...ella está ocupada...pero tú insistes...que alguien te mire la cabeza!! ya han pasado 20 minutos y me sé toda la vida de la Pantoja, Ana Obregón y Pipi Estrada!!!!
Siguiente paso...al lavabo. Este es puro dolor físico del bueno. Siempre crees que estás preparada pero no, nunca lo estás y después de pasar por allí te dices a tí misma: "no vuelvo a venir aquí nunca jamás, me corto yo el pelo en casa". Inclinas la cabeza hacia atrás...no te duele nada, solo tienes miedo...empiezan a quitarte los papeles de plata tirando de ellos de manera que tienes ganas de decir.."Ejem..ejem...DUELE! PODRÍAS HACERLO CON MÁS SUAVIDAD?" Pero tú aguantas ahí como una jabata. Empieza el primer enjabonado...empiezas a sentir molestias en el cuello...tu hueso de la nuca se choca con el lavabo y el dolor comienza a ser más intenso...rasca por aquí, rasca por allá y te han dejado el cuero cabelludo destrozado. Cuando empieza el aclarado tu cuello ya no puede más y estás deseando que esa tortura cese....pero no, queda la segunda enjabonada. No sabes que hacer, te poner rígido del dolor, agarras la revista que tenías en las manos con fuerza y la estrujas. ¿Dónde están esos masajitos que antes te daban en la cabeza cuando ibas al lavabo? Desaparecieron, ahí no tienen piedad. Malditos!
Después de un largo periodo desnucada que pensabas nunca acabaría...al final termina, pero tú no puedes casi ni levantarte del lavabo y volver a poner la cabeza en su posición correcta, en vertical. Ahora llegamos al momento clave...te miras al espejo...¿es el color que tú querías?Sea cual sea el color que te pongan nunca será el que tú te estabas imaginando que sería...quizá se parezca...pero no es el que tú te estabas imaginando que querías lucir. Comienza el corte...."señorita sólo las puntas, pero sólo las puntitas, un dedito a lo sumo vale?" Digas lo que digas y te pongas como te pongas la peluquera te cortará lo que a ella le parezca. No entiende que te estás desprendiendo de una parte muy querida de tí a la cual tenías mucho cariño y con la que te identificabas tremendamente. Tijeras por aquí y por allá y a tí siempre te parece que ese patrón de lo que es un dedo para ella no es el mismo que para tí. Tú no dijiste el dedo de un gigante, dijiste uno de tus dedos. (Igual tenías que habérselo enseñado, pero ya es tarde). Ya te han cortado el pelo. Otra regla: te corten como te corten el pelo, a tí nunca te parecerá lo que te habías imaginado...quizá se parezca...pero nunca será lo que tú pensabas. Y sin más, entra el tercer dolor en discordia...el dolor interior...¿me acostumbraré algún día a esto?¿pero cuánto me va a tardar en crecer? ¿y mañana qué hago?¿me pongo una coleta? En fín, nunca aprenderemos. Mi pelo ha quedado hoy así...más corto...más rubio de lo que me imaginaba.

2 comentarios:

Unknown dijo...

No te han dejado mal, exageraa! jaja A veces me recuerdas un oco a mi querido Luis Piedrahita, por la forma en la que cuentas los acontecmientos :)
Yo tengo la suerte de que ahora mi peluquera es la hermana pequeña de una amiga, así que un poco rancia sí que soy "Meli, que no me dejes el flekillo tan largo que luego tengo que venir aki en un mes y no soy rica" y al final acaba acatando, porque me conoce y sabe que soy capaz de no volver... o de seguir la técnica de Inma (si no la sabes, preguntala) y cortarme yo el flequillo. Y eso es peor que cualquier cosa que te hagan e la pelu: quedar a trasquilones.
Un besazo.

Verónica dijo...

Buahh!! A mi me pasa lo mismo. Odio las peluquerías. Sufro al entrar y más al pagar y ver en todos los espejos de la santa peluquería lo que me han hecho. En fin... la semana pasada fuí y ahora tengo un flequillo que no sé ni como apañar. Deseando estoy de que crezca ya. Muak!